Mi última crítica del 2008 se hará cargo de una producción que busqué insistentemente durante años y que finalmente pude revisar este fin de semana: Un documental respecto del Heavy Metal y sus múltiples aristas: orígenes, bandas claves, iconos, controversias, fans y un gran etcétera.
Aún recuerdo el momento en el cual me enteré de este proyecto; me provocó la misma sensación cuando me encuentro a la espera de un concierto…de Heavy Metal. Es que, claro, no podía ser de otra manera. ¿No se habrán ubicado más como fan que como críticos todos aquellos connotados cinéfilos que, junto con admirar a Scorsese, llevan a los Rolling Stones grabados en la piel?
Guardando las proporciones, este pudiese ser un caso parecido. No obstante lo anterior, el impulso final para redactar estas líneas lo entregó una reflexión que nació justamente al escuchar un disco del estilo musical mencionado. La banda era sueca y “cantaba” (por llamarle de algún modo) en inglés. Por otra parte, soy chileno y la mayoría de las bandas locales del estilo cantan…en inglés. Por supuesto, los ejemplos suman y siguen a escala Global. He ahí, en mi opinión, una primera paradoja. Asumiendo que el Heavy Metal y sus distintas variantes es un estilo musical que se pretende underground (al menos un número importante de fans disparan desde esta trinchera) ¿porqué apuestan mayoritariamente por el inglés como idioma que vehicula sus discursos?
Lo anterior no busca ni siquiera insinuar que el Heavy Metal tenga afanes de dominación mundial (de hecho, en muchísimos casos es subversivo), sin embargo, a estas alturas de mi vida no me creo el cuento de que es un arte absolutamente desinteresado del reconocimiento masivo y, en última instancia, de la participación en el mercado, por lo tanto, el idioma ingles supondría una suerte de “fin que justifica los medios”.
Ahora bien, ¿que tiene que ver todo esto con la película de Sam Dunn?. En primer lugar, pienso que la frase final de la película (“si el metal no te provoca esa arrolladora sensación de poder y no hace que se te ericen los cabellos de la nuca, tal vez nunca lo comprendas. ¿Y sabes qué? Eso está bien. Porque, a juzgar por los 40.000 metaleros que me rodean, estamos bastante bien sin ti”) es peculiarmente iluminadora de la posición del realizador (la cual, en todo caso, nunca se oculta) puesto que justamente hace entender que el Heavy Metal es una cultura (en tanto construcción de símbolos y significados y sentido de pertenencia), pero cerrada, hecho que además, va acompañado de un acto reivindicativo (“estamos bastante bien sin ti”, es decir, algo así como no nos importa que te sumes a nuestra cofradía). Lo anterior, no obstante ser muy respetable, corre el riesgo de ser un tanto tramposo puesto que, como lo indiqué anteriormente, hay algunos elementos que no logro descifrar con claridad, pero que esbozan una cierta vocación “overground” (penetrar en un número mayor de mercados y aumentar la base de fans, por citar un par de ejemplos) en algunas ramas del Heavy Metal.
Lo segundo, y quizás más relevante, tiene que ver con el concepto de identidad. En mi opinión, al hablar de cultura necesariamente hablamos de identidad y pareciera ser que el antropólogo responsable del film posee una óptica un tanto estática del término, lo que podría conducir a afirmar que los “metalheads” son fundamentalmente eso y que, de cierta manera, tributan de ciertos símbolos que, sin representar un uniforme, sí entregan rasgos claramente identificables desde el punto de vista estético.
Ahí radica, para mí, una debilidad conceptual de la obra, puesto que sentirse parte de un determinado estilo musical, no excluye adscribir a otros campos artísticos y de la vida en sociedad con igual fuerza y entusiasmo. Me parece que esa ortodoxia metalera representa un aspecto negativo en tanto implica una alta dosis de intolerancia y falta de respeto. Sin ir mas lejos, aún son vigentes los conceptos “poser”, “trendy”, “wimpy”, “true” y muchos otros, los que sirven básicamente como parámetro evaluador entre los que “son verdaderos metaleros” (es decir, dentro de la cofradía) y los que se ganan el desprecio por ser “pretendidos y falsos” (o sea, fuera de la cofradía), cuando, en rigor, la cofradía no es tan pequeña ni marginal.
Hacia el final, lo cierto es que estamos ante una obra de muy buena calidad, con fuentes notabilísimas dentro del ambiente, con un ritmo interesante con una propuesta temática bastante extensa, con una filmación y edición acertadas y, quizás lo más importante, con un enfoque que no busca para nada la objetividad y una metodología que, en última instancia, me permite afirmar que estamos ante una suerte de documental – tributo (si es que existe el término) mas que ante cualquier otra cosa.
Película: Metal: A Hedabanger`s Journey.
Año: 2005.
Pais: Canadá.
Productora: Banger Productions.
Directores: Sam Dunn, Scot Mcfadyen, Jessica Joy Wise.
Guión: Sam Dunn, Scot Macfadyen, Jessica Joy Wise.
Reparto: Documental.
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